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Economía con Máximo Kinast

LAS NUEVAS ARCAS DE NOE

        Más Allá núm.234

Conjurando el apocalipsis.

La inminencia de un horizonte apocalíptico ha traspasado el umbral religioso y sectario e incluso el ámbito de la ficción para instalarse en el mundo de la ciencia y la política reales. Las nuevas arcas de Noé ya están construyéndose.


por Gabriel Muñiz

 

Como ha puesto de relieve la reciente e inefi­caz cumbre organizada por la FAO en Roma, el desequilibrio en materia alimentaria se cierne sobre la humanidad, sumándose a la desertización, el deshielo, la carestía del agua y otras ame­nazas que vienen de lejos. Los números hablan por sí solos: para empezar, 100 millones de per­sonas pasarán a engrosar la larga lista de afecta­dos por el hambre y la pobreza en el mundo, y las cosas no tienen visos de cambiar. Bajo el de­do acusador, la insolidaridad de los países ricos, la depredación de los recursos y el proteccionis­mo comercial interior. Como telón de fondo que­da la sospecha inequívoca de haber prendido una mecha de consecuencias impredecibles. El mer­cado capitalista, aquel dios que a través de sus le­yes era capaz de poner cada cosa en su sitio, pare­ce habernos vuelto la espalda. Paradójicamente, lejos de lo que podría parecer, la ciencia y la empresa privada hace tiempo que se tomaron este asunto en serio y desarrollaron una serie de proyectos destinados a hacer fren­te a las consecuencias de un fatídico desenlace. Son lo que ya se conoce como las nuevas arcas de Noé, las nuevas "naves" donde salvaguardar la vida y los recursos.

El concepto dista mucho, sin embargo, de sus antecedentes bíblicos. Las modernas arcas de Noé son cámaras acorazadas distribuidas por diferentes rincones del planeta. En muchas se encuentran almacenadas millones de semillas o el ADN correspondiente a cientos de especies animales y pueblos indígenas en peligro de extin­ción. Pero existen otros proyectos de arca de Noé que van más allá: contemplan la creación de co­munidades y silos en la Luna o Marte como úni­co método de protegernos frente a un hipotético cataclismo que acabe definitivamente con la vida en la Tierra.

¿Literatura de ficción hecha realidad? ¿Escenario donde los intereses de la política global y la inicia­tiva privada convergen por fin? Quizá. Pero no son pocas las voces que alertan sobre un altruismo fa­laz y ven indicios de una posible conspiración. Tras el disfraz de los gobiernos y las corporaciones im­plicados podrían esconderse no solamente intere­ses comerciales, sino la construcción de un nuevo orden planetario a través de la selección genética de plantas, animales y -lo que es más preocupan­te- seres humanos.

La Bóveda Global

Uno de los casos más emblemáticos y contro­vertidos se llama Bóveda Global y se localiza en territorio noruego. Svalbard es un lugar remoto y yermo, rodeado por el mar de Barents y situa­do a 1.000 km del Círculo Polar Ártico. Allí, bajo una montaña de la isla de Spitsbergen, una fla­mante arca de Noé se eleva 130 m sobre el nivel del mar y está protegida de una posible subida de las aguas derivada del calentamiento global. El permafrost, una capa de hielo perpetuo, ase­gura la preservación del tesoro biológico con la ayuda de esclusas de aire, dobles puertas y pare­des de hormigón reforzadas con acero. En reali­dad, tal como afirman los padres de la criatura, se trata de un auténtico búnker militar prepara­do para afrontar una guerra nuclear, protegido de un posible ataque con misiles y resistente a un movimiento sísmico de gran magnitud. Hay catalogados más de 150 almacenes regionales de semillas diseminados por el mundo, pero la Bóveda Global de Svalbard ha nacido con la idea de unir en su seno cerca de tres millones de variedades diferentes, pertenecientes a plantas y árboles de los cinco continentes.

Tras la imagen altruista que han transmitido los responsables del proyecto también podría gestar­se una batalla comercial. El célebre F. William Engdahl, analista asociado al Centro de Investi­gación sobre la Globalización (CRG), nos alerta sobre esta última posibilidad. En su libro Semillas de destrucción. La agenda oculta de la manipu­lación genética, publicado por Global Research, Engdahl señala que este proyecto podría signifi­car un eslabón más en la búsqueda de un nuevo orden mundial. Sus sospechas se centran en la implicación de algunas empresas y fundaciones en el proyecto. El arca de Noé de Svalbard ha sido auspiciada por la Fundación de Bill y Melinda Gates, que han proporcionado fondos a cambio de un oportuno lavado de imagen. Pero aún más inquietante es la presencia junto a los Gates de la Fundación Rockefeller o de las empresas Mon­santo y Syngenta.

Semillas Terminator

Se trata de organizaciones que no son trigo lim­pio, nunca mejor dicho. La Fundación Rocke­feller fue la responsable de la Revolución Verde desarrollada en los años cuarenta, que tenía co­mo fin en erradicar el hambre en algunos países empobrecidos, como México, China o India. El resultado fue catastrófico: obligó a introducir especies de trigo y arroz no autóctonas e impu­so métodos de cultivo insostenibles en aquellas regiones. Y es que, como quedaría demostrado, la Revolución Verde fue una estrategia para desa­rrollar un agronegocio globalizado que más tarde podría dar origen a un monopolio, tal y como el magnate de los negocios había hecho con la in­dustria petrolera.

Según Engdahl, tanto la Fundación Rockefeller como Monsanto y Syngenta están vinculadas a las patentes y la producción de semillas genéticamente modificadas (GM) y de sus productos químicos afi­nes. No hay que olvidar, además, que la Fundación Rockefeller también fue la impulsora del CGIAR, una red mundial para promover su ideal de pureza genética a través de la transformación de la agri­cultura.

Lejos de lo que podría creerse, la manipulación genética de las semillas les permite "maniatar" a toda la humanidad. El proceso es el siguiente: es­tos revolucionarios híbridos permiten al agricul­tor obtener una gran producción en la primera cosecha. Sin embargo, este tipo de semillas está concebido para que el rendimiento de la segunda generación sea menor, eliminando la posibilidad de comerciar con nuevas semillas sin autoriza­ción del distribuidor. Con el control de las semi­llas por las grandes multinacionales ningún competidor o agricultor tiene la posibilidad de producir el híbrido en cuestión.

Un paso más allá respecto a la manipulación gené­tica es la variedad Terminator, una semilla comer­cial capaz de "suicidarse" después de la primera cosecha.

Estas y otras lindezas se las debemos a empresas como las citadas. Cada año, el empleo de la inge­niosa Terminator obliga a miles de agricultores a recurrir a Monsanto u otras multinacionales para obtener nuevas semillas de arroz, soja, maíz y trigo en vastas regiones de América Latina, África y Asia. Buenas cosechas a cambio de una deuda que no deja de crecer. Pero ¿qué ocurriría si esta práctica se extendiera hasta adquirir categoría planetaria?

Arca congelada

Un nuevo paradigma de arca de Noé, esta vez rela­cionada con la biodiversidad en general, ha saltado a la palestra bajo el apelativo de Arca Congelada (Frozen Ark). El proyecto consiste en almacenar a una temperatura de 80 grados bajo cero y con fé­rreas medidas de seguridad muestras de ADN y teji­dos de las especies animales más amenazadas. Tres son las instituciones responsables de llevar la idea a buen término: la Universidad de Nottingham (Rei­no Unido), el Museo de Historia Natural y la Socie­dad Zoológica de Londres, aunque cuentan con el patrocinio del Consorcio para la Clasificación de la Vida, un organismo avalado por 25 países.

Al igual que ocurre con la Bóveda Global noruega, la Frozen Ark británica y otras iniciativas tienen el objetivo no disimulado de aglutinar y gestionar la información dispersa en bancos de ADN por todos los continentes. Se trata de una tarea ingente que se ha presentado a la opinión pública como la creación de una gran "enciclopedia de la vida" en la que no quedará planta o animal, por microscópico que sea, sin analizar, fotografiar o registrar genéticamente.

En principio, sus responsables parecen movidos por sanas intenciones científicas. Pero el proyecto induce a pensar en una inquietud creciente ante los peores vaticinios sobre el futuro de la vida en la Tierra. Parece la demostración de que los gobiernos están resignados a "salvar los muebles" en lugar de afrontar los verdaderos retos medioambientales. Dejando a un lado el Arca Congelada, no resulta descabellado aventurar que quizá se ha empeza­do a crear ya en algún lugar del planeta un banco "total" de ADN que incluye a la especie humana o incluso que se limita a ella.

Polémica eugenesia

Evidentemente, el afán por conservar genes de cier­tas poblaciones implica la posibilidad de crear indi­viduos. Y donde hay creación necesariamente hay selección. Queramos o no, los bancos de ADN hu­manos remiten a un concepto estigmatizado por la historia: la eugenesia. Pero la eugenesia, por sí mis­ma, no constituye un peligro para la humanidad. Antes bien, su utilización médica ha proporcionado grandes beneficios terapéuticos en la prevención de enfermedades congénitas. La estigmatización de la eugenesia proviene de la utilidad que quisieron darle los nazis.

Y es que el problema radica, una vez más, en las manos que mueven los hilos. Engdahl argumenta que la Fundación Rockefeller avaló las investigaciones eugenésicas de los na­zis y que años después financió un plan ex­perimental de selección de razas a través de la manipulación genética de semillas. Pero no son los únicos sospechosos: desde las opiniones de Platón la historia está re­pleta de iniciativas favorables a la selección frente a las "razas inferiores". Con estos antecedentes, la eugenesia es un asunto re­pleto de aristas, pues la selección de genes siempre implicará algún tipo de "genocidio".

Paradójicamente, hay quien defiende la eugenesia como única fórmula para impedir el fin del mundo. Según esta teoría, el verdadero peligro que corre la humanidad es el declive de la inteligencia de origen genético, algo que se ha venido en llamar disgenesia y que pudo ser responsable del colapso de ante­riores civilizaciones.

Arca espacial

Muchos habrán reparado en el gran defecto que presentan todos los proyectos de arca de Noé. Al­gunas instalaciones están preparadas para afrontar un cambio climático drástico, terremotos o guerras tal como hoy las conocemos, pero sus creadores parecen no haber previsto la posibilidad de que en el planeta desaparezca cualquier vestigio de vida, a excepción de sus ingentes muestras genéticas. De muy poco servirá un banco de semillas o de ADN en la Tierra si desaparecen las personas o el medio donde implantarlo.

¿Realmente no contemplan esta obviedad o los proyectos constituyen una etapa preliminar de otro de mayor envergadura? No hay respuestas claras a esta pregunta. Sin embargo, ¿por qué será la co­munidad científica, y no las multinacionales o los gobiernos, la aparentemente más preocupada por este problema?

La Alianza por el Rescate de las Civilizaciones (ARC) fue creada por dos reconocidos eruditos de la Universidad de Nueva York: Bill Burrows, profesor de Periodismo, y Robert Shapiro, quí­mico y escritor. La ARC apuesta por la instalación de un banco de ADN en la Luna, una posibilidad novelada en numerosas obras de ciencia ficción y esbozada con parámetros reales por Shapiro en su libro Sueños planetarios: la búsqueda para descubrir vida más allá de la Tierra. Para los fundadores de la ARC, la exploración del espacio con fines científicos carece de importancia mientras no se afronte una asignatura pendiente: salvaguardar la vida en la Tierra. Sus razones son evidentes: el colapso podría deberse a una pandemia vírica, una guerra nuclear o el impacto de un asteroide. Todos ellos son suce­sos futuribles a corto y medio plazo. El proyecto del arca cósmica podría tardar décadas en concretarse. Por eso creen que la humanidad no debe aplazar el asunto mucho más tiempo.

A su causa se han ido sumando numerosos perso­najes de renombre, como Buzz Aldrin, el segundo astronauta que puso un pie en la Luna. Resulta insólito comprobar el optimismo y la confianza depositados por la ARC en la creación de este "san­tuario lunar". Y es que, según la opinión de Aldrin, la tecnología aeroespacial necesaria ya está hoy a nuestra disposición y solo resta firmar los pertinentes acuerdos de alto nivel para poner en marcha el proyecto.

inconvenientes

El arca cósmica es lo más parecido, por tanto, a la clásica arca de Noé: una verdadera nave, la Luna, flotando en el mar espacial a la espera de que amai­ne la "tempestad" en la Tierra. Siguiendo el relato bíblico, Noé dispuso de un lugar elevado donde aguardar el retroceso de las aguas. Sin embargo, como hemos apuntado anteriormente, las condi­ciones descritas en las Escrituras difícilmente pue­den equipararse al panorama actual.

Supongamos, echándole un poco de imaginación, que consiguiéramos establecer una colonia en la Luna con la idea de regresar a la Tierra algún día. Para empezar, la reaparición de las condiciones idóneas para volver podría demorarse miles de años. Supongamos que estableciéramos allí una comunidad zoológica y los recursos agroalimentarios necesarios. Además de no ser nada práctico, chocaríamos con el inconveniente de que la gra­vedad lunar dificultaría el desarrollo adecuado de muchos organismos, con el consiguiente peligro de crear una comunidad mutante. La única alter­nativa consistiría en mantener un archivo de ADN completo, conservado por generaciones de indivi­duos, o incluso robots autónomos, hasta la llegada del momento adecuado para repoblar en la Tierra. Pero la supervivencia de muchas especies preci­saría un grado mínimo de diversidad genética. Según Bill Holt, biólogo de la Sociedad Zoológica de Londres, no es suficiente conservar una o dos muestras de ADN por especie, sino que serían im­prescindibles cientos de ellas para alcanzar este fin. En opinión de Holt, resultaría mucho más sencillo almacenar un código genético en un ordenador y utilizarlo posteriormente para crear un organismo vivo. Pero en la actualidad aún no es posible.

El día después

Sigamos soñando. Imaginemos que todas las difi­cultades tecnológicas se han superado y que una colonia con muestras de ADN, semillas, etc. se ha implementado en la Luna o en las profundidades de la Tierra. Nuestro planeta está desnudo de cual­quier resto de vida y queda por delante la tarea de hacerla reaparecer. Quizá en ese mismo momento caeríamos en la cuenta de la inutilidad de nuestro esfuerzo, del fiasco en que se ha convertido nuestra arca de Noé: la primera generación estaría tan vol­cada en la mera supervivencia que sería incapaz de transmitir a la siguiente un ápice de cultura.

Quizás podemos vislumbrar otro mundo, el some­tido a las corporaciones, que cohabitan con los nue­vos esclavos androides. La imaginación es libre. El científico Stephen Hawking postula que la nueva arca de Noé no será una, sino muchas, y que estarán condenadas a vagar por el espacio exterior sin posible retorno. La única alternativa al fin del mundo -concluye- sería algún tipo de modifica­ción genética que nos hiciera menos proclives a la guerra. Personalmente, me inclino por pensar que solo un desastre de medianas proporciones, que diezmara la población sin acabar con la vida en la Tierra, podría hacer reversible la situación y dar ca­bida al sentido común.

 

 

FUNDACIÓN LIFEBOAT

Estrategias defensivas y planes de rescate

Fundación Lifeboat nació para dar respuesta a lo que sus miembros llaman "riesgos existenciales". Se trata de una asociación sin ánimo de lucro integrada por científicos y especialistas de diferentes disciplinas. Su labor se centra en dos frentes muy concretos. El primero es el desarrollo de estrategias defensivas contra las técnicas potencialmente peligrosas, como la ingeniería genética, la nanotecnología y la robótica. Según la Fundación Lifeboat, un patógeno autorreplicante, ya sea biológico o ya esté basado en la nanotecnología, podría destruir nuestra especie en cuestión de días o semanas. Otra parte muy importante de sus actividades consiste en asegurar nuestra subsistencia como especie. En este sentido, ha elaborado un plan de rescate que incluye la creación de diferentes arcas espaciales y colonias lunares.

RIESGOS

Limpieza étnica

Las nuevas arcas de Noé se presentan como un intento de evitar los peligros que acechan a la humanidad, así como su posible desaparición. Sin embargo, estos proyectos llevan aparejados nuevos riesgos. Tras las arcas de semillas o de ADN repartidas por el mundo podría avanzar la larga sombra de la eugenesia, estrechamente ligada a los nuevos avances tecnocientíficos.

El verdadero poder de la eugenesia es la sutileza con la que puede ser administrada. En las manos inadecuadas supondría un arma letal de la que quizá ya estemos siendo víctimas sin saberlo. Algunos analistas geopolíticos nos alertan: ciertas corporaciones pueden intentar redefinir a la humanidad clasificándola en individuos de clase A y, por tanto, con derecho a sobrevivir y de clase B, condenados de antemano.

¿Sabías que...

...existen bancos de ADN especializados en especies raras de flores y plantas, y en animales ya desaparecidos, como el mamut o en peligro de desaparición, como el panda? También hay proyectos inspirados en fines terapéuticos, como los dedicados al cáncer o al alzhéimer. Este último está ubicado en España.
 

EL DATO

La Universidad de Yunnan (China) ha creado su particular arca de Noé con los genes de 25 minorías étnicas del país asiático. Sus responsables se niegan a dar detalles sobre el uso que pueden darle en el futuro. Otros bancos se han centrado en comunidades especialmente longevas o en tribus indígenas americanas en vías de extinción. Son solo dos ejemplos de las numerosas iniciativas similares que ya se han puesto en marcha.

 

Enviado desde Barcelona por

Salut i independència!

Jordi
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