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Economía con Máximo Kinast

Modus Operandi

LA BANCA, EL FRAUDE FISCAL Y EL NEW YORK TIMES

LA BANCA, EL FRAUDE FISCAL Y EL NEW YORK TIMES

Un lamentable error. Un canalla ha intentado desacreditar al Prof. Navarro falsificando un artículo suyo de hace un año. Para verificar la veracidad del artículo miré en Google y lo encontré... pero cometí el error de no leerlo, porque me cuesta imaginar o pensar como un troll, así es que lo subí a este blog con la referencia al artículo que había encontrado y que ahora copio.

Me tomo la libertad de poner en negrita algunas frases del artículo y espero que eso no moleste al profesor Navarro.

Le presento mis disculpas al Prof. Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra, por este lamentable error y rectifico:

Maximo Kinast Aviles

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LA BANCA, EL FRAUDE FISCAL Y EL NEW YORK TIMES, articulo de Vicenç Navarro*

Fuente: http://www.vnavarro.org/?p=6413

Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 21 de octubre de 2011

Este artículo critica la falta de cobertura de temas de fraude fiscal por parte de los medios de mayor difusión del país, resultado de la enorme influencia que la banca tiene sobre tales medios, siendo la banca y los banqueros algunos de los que contribuyen más a tal fraude. 

El New York Times ha ido publicando una serie de artículos sobre Emilio Botín, presentado por tal rotativo como el banquero más influyente de España, y Presidente del Banco de Santander, que tienen inversiones financieras de gran peso en Brasil, en Gran Bretaña y en Estados Unidos, además de en España. En EEUU el Banco de Santander es propietario de Sovereign Bank.

Lo que le interesa al rotativo estadounidense no es, sin embargo, el comportamiento bancario del Santander, sino el de su Presidente y el de su familia, así como su enorme influencia política y mediática en España. Un indicador de esto último es que ninguno de los cinco rotativos más importantes del país ha citado o hecho comentarios sobre esta serie de artículos en el diario más influyente de EEUU y uno de los más influyentes del mundo. Es de suponer que si se escribieran artículos semejantes, por ejemplo, sobre el Presidente Zapatero, tales reportajes serían noticia. No así en el caso Emilio Botín.

Una discusión importante de tales artículos es el ocultamiento por parte de Emilio Botín y de su familia de unas cuentas secretas establecidas desde la Guerra Civil en la banca suiza HSBC. Por lo visto, en las cuentas de tal banco había 2.000 millones de euros que nunca se habían declarado a las autoridades tributarias del Estado español. Pero, un empleado de tal banco suizo, despechado por el maltrato recibido por tal banco, decidió publicar los nombres de las personas que depositaban su dinero en dicha banca suiza, sin nunca declararlo en sus propios países. Entre ellos había nada menos que 569 españoles, incluyendo a Emilio Botín y su familia, con grandes nombres de la vida política y empresarial.

Según el New York Times, esta práctica es muy común entre las grandes familias, las grandes empresas y la gran banca. El fraude fiscal en estos sectores es enorme. Según la propia Agencia Tributaria española, el 74% del fraude fiscal se centra en estos grupos, con un total de 44.000 millones de euros que el Estado español (incluido el central y los autonómicos) no ingresa. Esta cantidad, por cierto, casi alcanza la cifra del déficit de gasto público social de España respecto la media de la UE-15 (66.000 millones de euros), es decir, el gasto que España debería gastarse en su Estado del Bienestar (sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios a personas con dependencia, y otros) por el nivel de desarrollo económico que tiene y que no se gasta porque el Estado no recoge tales fondos. Y una de las causas de que no se recojan es precisamente el fraude fiscal realizado por estos colectivos citados en el New York Times. El resultado de su influencia es que el Estado no se atreve a recogerlos. En realidad, la gran mayoría de investigaciones de fraude fiscal de la Agencia Tributaria se centra en los autónomos y profesionales liberales, cuyo fraude fiscal representa –según los técnicos de la Agencia Tributaria del Estado español- sólo el 8% del fraude fiscal total.

Es también conocida la intervención de autoridades públicas para proteger al Sr. Emilio Botín de las pesquisas de la propia Agencia Tributaria. El caso más conocido es la gestión realizada por la ex Vicepresidenta del Gobierno español, la Sra. De la Vega, para interrumpir una de tales investigaciones. Pero el Sr. Botín no es el único. Como señala el New York Times, hace dos años, César Alierta, presidente de Telefónica, que estaba siendo investigado, dejó de estarlo. Como escribe el New York Times con cierta ironía, “el Tribunal desistió de continuar estudiando el caso porque, según el juez, ya había pasado demasiado tiempo entre el momento de los hechos y su presentación al tribunal”. Una medida que juega a favor de los fraudulentos es la ineficacia del Estado así como su temor a realizar la investigación. Fue nada menos que el Presidente del Gobierno español, el Sr. José Mª Aznar, que en un momento de franqueza admitió que “los ricos no pagan impuestos en España”.

Tal tolerancia por parte del Estado con el fraude fiscal de los súper ricos se justifica con el argumento de que, aún cuando no pagan impuestos, las consecuencias de ello son limitadas porque son pocos. El Presidente de la Generalitat de Catalunya, el Sr. Artur Mas, ha indicado que la subida de impuestos de los ricos y súper ricos tiene más un valor testimonial que práctico, pues su número es escaso. La solidez de tal argumento, sin embargo, es nula. En realidad, alcanza niveles de frivolidad. Ignora la enorme concentración de las rentas y de la propiedad existente en España (y en Catalunya), uno de los países donde las desigualdades sociales son mayores y el impacto redistributivo del Estado es menor. Los 44.000 millones de euros al año que no se recaudan de los súper ricos por parte del Estado hubieran evitado los enormes recortes de gasto público social que el Estado español está hoy realizando.

Pero otra observación que hace el New York Times sobre el fraude fiscal y la banca es el silencio que existe en los medios de información sobre tal fraude fiscal. Tal rotativo cita a Salvador Arancibia, un periodista de temas financieros en Madrid, que trabajó para el Banco Santander, que señala como causas de este silencio el hecho de que el Banco Santander gasta mucho dinero en anuncios comerciales, siendo la banca uno de los sectores más importantes en la financiación de los medios, no sólo comprando espacio de anuncios comerciales, sino también proveyendo créditos –aclara el Sr. Salvador Arancibia- “….medidas de enorme importancia en un momento como el actual, donde los medios están en una situación financiera muy delicada”. De ahí que tenga que agradecer al diario que se atreva a publicarlo, porque hoy, artículos como los que publica el New York Times y el mío propio, no tienen fácil publicación en nuestro país. Es lo que llaman “libertad de prensa”.



Socialismo y capitalismo (el retorno)


Escribe Luis Casado – 07/12/2012

En los Estados Unidos, “socialismo” y “capitalismo” fueron elegidas “Las Palabras del Año 2012” por la editorial Merriam-Webster, especializada en diccionarios. Felice Besostri, que fue senador en Italia cuando aún quedaban socialistas, dice en su obra “Da vicino e da lontano” que a principios del siglo XX era muy fácil definir lo que era el “socialismo”, pero nadie preguntaba. A principios del siglo XXI, por el contrario, todos quieren saber qué es el “socialismo”, pero es muy difícil definirlo.

Entretanto hubo una marea de variopintos “socialismos”, reales e irreales, cuyos funerales arrojaron la sombra de una gigantesca duda sobre la noción y su contenido. Como quiera que sea, el Diccionario Merriam-Webster,entrega para “socialismo” la acepción que sigue: “Cualquiera de varias teorías económicas y políticas que defienden la propiedad y la administración colectiva o gubernamental de los medios de producción y de distribución de bienes”.

Quienes han leído a Marx saben que sería inútil pedirle a un redactor de diccionarios que resuma en dos líneas los miles de páginas de El Capital, y ni siquiera las treinta del Manifiesto, para no hablar de sus escritos filosóficos. Los fundadores de lo que llegaría a ser la socialdemocracia también escribieron lo suyo y los matices merecen algo más que una nota a pie de página.

Sin embargo… la definición ofrecida recuerda el tema esencial de la propiedad de los medios de producción, y una noción caída en desuso con el advenimiento del neoliberalismo: lo colectivo. En el nacimiento de las democracias modernas lo colectivo jugó un papel eminente, expresado en el ámbito económico como el “interés general”, y en el ámbito político como la “voluntad general”.

Aunque el liberalismo explica que el paraíso en la tierra no será sino el producto del egoísmo individual, en democracia el interés particular debe ceder el paso ante el interés general y la voluntad general. No nos conviene. No queremos. Asunto terminado.

En democracia, claro está. Aquella fundada en los Derechos del Hombre definidos por Robespierre en 1793:

Art. VII.- La propiedad es el derecho que tiene cada ciudadano a gozar y disponer de la porción de bienes que le garantiza la ley. 

Art. VIII.- El derecho depropiedad está limitado, como todos los demás, por la obligación de respetar los derechos del prójimo. 

Art. IX.- No puede perjudicar ni a la seguridad, ni a la libertad, ni a la existencia, ni a la propiedad de nuestros semejantes. 

Art. X.- Toda posesión, todo tráfico que viole este principio es ilícito e inmoral.

Lo que nos trae de regreso a la noción depropiedad, y más precisamente a la propiedad privada. Ningún socialista podría pretender serlo si ignora los límites impuestos a la propiedad privada, no por los socialistas, sino por los filósofos y los revolucionarios (burgueses) del siglo XVIII. Por olvidar esta noción fundamental para la edificación de un orden político democrático, por ceder ante el poder del dinero y los egoístas intereses particulares, las sociedades modernas se debaten en una profunda crisis económica, financiera, social y política.

Los socialistas tienen una pesada responsabilidad histórica en ello, pero no escarmientan. El converso Camilo Escalona, que cada día le da patéticas pruebas de fidelidad a su nueva religión, la del capital, admite la crisis pero recomienda un poco más de la agria medicina que nos trajo a esto:

Con el actual descrédito que tiene la política, el país no tiene viabilidad futura. Y de eso se dan cuenta losempresarios, de manera que un sector significativo de ellos piensa que la alternativa de renovación y de recuperación de la fuerza del sistema político está en Bachelet”.

Generoso, Escalona explica, “Acá se necesitan cambios que garanticen al mismo tiempo estabilidad”. O sea cambiar algo para que nada cambie. Como ocurrió durante 20 años de gobiernos de la Concertación de los que Escalona fue un fiel representante.Veinte años que profundizaron y consolidaron las desigualdades sobre las que Escalona, el converso, derrama lágrimas de cocodrilo.

En alguna ocasión sostuve que el programa económico de la UDI no tiene nada que no pudiese suscribir Escalona, o para ser justos, cualquier concertacionista, miembro o no de los directorios de las multinacionales.

Ese programa es el que le permite a Laurence Golborne ignorar la noción misma de interés general, y peor aún, la noción de voluntad general que funda un régimen democrático. Consultado con relación al proyecto de HidroAysén, Golborne entrega una respuesta para el bronce:

Eso le corresponde a los gestores de ese proyecto, decidir si van a llevar adelante o no. Lo que el país tiene que hacer es definir una política para que esos proyectos se puedan llevar adelante. La decisión de poner el dinero, la decisión de construirlo, le corresponde al dueño del proyecto, al promotor del proyecto”.

En el “pensamiento Golborne”, algo más autoritario que el “pensamiento Mao”, es imposible decir No nos conviene, o bien No queremos. El interés colectivo no existe. La sociedad no existe. Sólo existen las decisiones que se toman en virtud del interés particular, que se resume a “poner el dinero” para lucrar.

La misión del país, o sea de los inquilinos que lo pueblan y lo gobiernan, se limita a “definir una política para que esos proyectos se puedan llevar adelante”. Golborne parafrasea a Lenin, diciéndonos que el crecimiento y el paraíso en la tierra son “la electricidad más el poder de las multinacionales”. No son los palos blancos de la Concertación que trabajan para HidroAysén, Endesa, Acciona o Enel quienes lo desmentirían.

En cuanto a saber qué es el capitalismo, la definición de Merriam-Webster es demasiado indigente ante la realidad que vemos ante nosotros: millones de chilenos endeudados, que viven con salarios miserables y sin ninguna certidumbre en cuanto a su futuro y el de sus familias, saben muy bien lo que es el capitalismo.

Por eso prefiero, entre otras, la que entrega Bernard Maris en su reciente libro “Plaidoyer (impossible) pour les socialistes” (Albin Michel . Octubre 2012):

El capitalismo no es la simple prolongación de la vieja sociedad, sino su hijo demoníaco, degenerado, fruto de una mutación genética ligada a la técnica. Es mórbido y suicida”.

Un tsunami de deudas ahoga a la economía mundial

 

 

BBC Mundo

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/negocios/2012/11/02/un-tsunami-de-deudas-ahoga-a-la-economia-mundial/?utm_source=rss&utm_medium=feed&utm_campaign=RSS

La economía mundial navega en un mar de deudas. La suma de la deuda estatal, provincial, municipal, individual, hipotecaria, corporativa, financiera y bancaria sugiere que en cualquier momento la nave puede naufragar o estrellarse contra el témpano de lo impagable.

Un colosal estudio comparativo de la consultora Mc Kinsey Global Institute mostró que en 2009 la deuda total de Japón -la más grande del mundo desarrollado– era de un 471% de su PIB (es decir, de todo lo que produce su economía en un año). Le seguía Reino Unido con un 466%. Estados Unidos “apenas” tenía un 300%.

Muchos economistas opinan que esta gigantesca desproporción entre la riqueza anual que produce un país y lo que adeuda se explica por un mecanismo que en las últimas tres décadas ha cambiado la faz del capitalismo actual: la financialización.

“Es una manera de conceptualizar la creciente importancia de actores e instituciones financieros en la economía y de las finanzas como fuente de ganancias. Esto explica el crecimiento del crédito en la década de 2000 y las causas de la actual crisis”, le explicó a BBC Mundo Adam Leaver, autor de tres libros sobre el tema e investigador y miembro de CRESC (Centro de Investigación del Cambio Socio-Cultural) de Manchester.

En el capitalismo tradicional, los bancos le prestaban a la industria que producía ganancias con el consumo de sus productos, dinero con el que pagaba su crédito, alegraba la vida de sus accionistas y reinvertía para ampliar el proceso productivo.

En el capitalismo de las últimas tres décadas se produce una explosión de lo que en inglés se denomina con la sigla FIRE (Financiamiento, seguro y sector inmobiliario) que ha crecido tanto en proporción al PIB como en detrimento de la economía productiva.

Hagan juego

Las grandes corporaciones tienen ramas financieras que con frecuencia generan más ganancias que lo que las empresas producen y venden. En Estados Unidos la General Motors pasó a ganar más con el otorgamiento de créditos para la adquisición de automóviles que con la misma venta de vehículos.

“Las empresas del sector real, productivo, empiezan a comportarse como empresas financieras. La misma General Motors estuvo en la venta de hipotecas de casas. Uno puede argumentar que prestar plata para que le compren autos entra en la lógica productiva. Pero invertir en el mercado hipotecario es otra cosa. Funciona como sustituto de una inversión productiva para obtener una ganancia a corto plazo. Es una clara señal de cómo la financiarización afecta la inversión y el cambio tecnológico”, indicó a BBC Mundo el profesor de economía comparada de la Universidad de Cambridge Gabriel Palma.

A nivel individual, el símbolo más cotidiano de esta financiarización es la tarjeta de crédito, que antes de los ’80 era tratada con reverencia de club exclusivo y hoy se ha convertido en un medio de pago de la vida diaria.

Pero la explosión del crédito va mucho más allá de la tarjeta. En el estallido financiero de 2008 la gota que desbordó el vaso de una economía endeudada hasta las cejas fue el préstamo hipotecario a hogares sin recursos: las llamadas hipotecas subprime o de alto riesgo.

Los estudios sobre el período del boom muestran que en Estados Unidos los hogares pasaron a gastar en el pago de intereses de tarjetas de crédito y préstamos casi el doble de lo que gastaban en comida y vestimenta.

En Reino Unido la deuda individual o familiar llegó a ser un 165% del ingreso disponible (ingreso que queda luego de pagados los impuestos).

Según Paolo Dos Santos, experto bancario de SOAS, la Escuela de Estudios Africanos y Asiáticos de la Universidad de Londres, este cambio vino de la mano de un repliegue del estado benefactor como garante de salud, educación, vivienda y jubilación que fue funcional para la expansión del sistema financiero.

“En los últimos 30 años, la política social en muchos países desarrollados se ha basado en la transferencia del riesgo y el costo de estos servicios sociales del estado al individuo. Este tiene que recurrir al sistema bancario para poder financiar la educación de su hijo o un seguro médico o su jubilación”, señaló Dos Santos a la BBC.

¿Y en América Latina?

La financiarización es un proceso global, pero en América Latina aparece acentuada por la falta de regulación y competencia.

Si uno toma como ejemplo el reciente balance anual del banco español Santander se ve que Brasil y Chile arrojan ganancias infinitamente superiores a las de países desarrollados.

“Brasil, por ejemplo, tiene el 15% de los activos del Santander, es decir, sus préstamos para consumo, empresas, etc., pero representa el 30% de sus utilidades mundiales. En países como el Reino Unido es a la inversa. La falta de regulación y competencia les permite a los bancos obtener ganancias absurdamente altas”, señaló Palma a BBC Mundo.

Dicho de otra manera, las ganancias no se deben a una meritoria competitividad comparativa de América Latina en términos de calidad, servicio y eficiencia sino a las fallas del sistema regulatorio en que operan.

El Partido de los Trabajadores de Lula ha sido elogiado por los grandes centros financieros mundiales por su política “realista”, pero un informe reciente de la Federación de Comercio de San Pablo muestra que la tasa de interés promedio que pagan los brasileños es del 230% anual.

El cálculo es que el servicio de la deuda individual brasileña será de un 30% del ingreso disponible este año. En Estados Unidos se considera que cuando la deuda alcanza el 14% la situación es de alto riesgo.

Brasil y Chile no son excepciones. En Perú el crédito se cuadruplicó en esos cinco años. En México el nivel de morosidad en el pago de microfinanciamiento del consumo se sitúa entre el 20 y el 30%.

“El crédito aceita la economía, pero un exceso de deuda en el ingreso de los hogares se traduce en un estancamiento del consumo. En América Latina el problema no es el monto de la deuda sino su servicio por las condiciones leoninas que tienen muchos créditos. Esta financiarización tiene un impacto en la inversión. Es más negocio ganar con un producto financiero que invertir en la economía real. Una parte importante de la élite industrial de Sao Paulo abandonó la producción por las finanzas”, indicó a BBC Mundo Palma.


Ah… los “progresistas”…

Escribe Luis Casado 17/08/2012

 

   

Cada cual celebra los aniversarios que puede, he aquí los alemanes “festejando” los diez años de las leyes Hartz, se ruega no confundir con Herz -que quiere decir corazón- visto que Herr Hartz no tenía mucho.

 

Este DRH como se dice ahora -director de recursos humanos-, de Volkswagen para más señas, le propuso a Gerhard Schröder, el entonces Canciller socialdemócrata, una serie de reformas destinadas a flexibilizar el mercado del trabajo, eminente objetivo que también llaman “cagar a los trabajadores”. Sus proposiciones fueron prestamente adoptadas, provocando la dimisión del ministro de Finanzas Oskar Lafontaine y la división del Sozialdemokrastische Partei Deutschlands.

 

Las leyes Hartz constituyen hoy el aceite de ricino que Alemania quiere hacerle tragar a los países del sur de Europa, -como si estos fuesen objeto de una suerte de Anschluss-, para que recuperen su “competitividad”.

 

Schröder, que llegó al poder en 1998, rompió en 1999 con el proyecto keynesiano del SPD (distribuir la torta) e impuso medidas “liberales” como único camino hacia el nirvana. Junto a Tony Blair, -“mi más grande éxito” decía Margaret Thatcher-, Schröder intentó teorizar esta conversión al neoliberalismo bajo el no muy ocurrente título de “Tercera vía”.

 

De las leyes inspiradas por el DRH de Volkswagen la más famosa es la “Hartz IV” que reformó el seguro de desempleo en detrimento de los asalariados. En múltiples ocasiones he puesto en evidencia que para los neoliberales el estímulo más eficiente para la laboriosidad y la productividad de los currantes es el hambre: henos ahí, de eso va el tema.

 

Liberalizando el mercado del trabajo alemán, Schröder abrió la puerta para que los patrones pagasen salarios de 400 euros mensuales (239 mil pesos), o un euro por día a los cesantes. También se favoreció el trabajo a tiempo parcial y el tiempo de trabajo “flexibilizado”. La ley Hartz IV redujo la indemnización de cesantía a sólo un año, sin tomar en cuenta los años de cotización. Al cabo de un año de paro todos los cesantes entran en la categoría Arbeitlosengeld II (indemnización de cesantía II), en la que reciben 374 euros mensuales (223 mil pesos). De ahí en adelante el cesante Hartz IV se somete a un control permanente sobre su tren de vida y su búsqueda de empleo. Antes de cobrar su indemnización, -para la cual cotizó de su bolsillo-, debe haber gastado  la mayor parte de sus economías. Además debe aceptar cualquier empleo que le proponga la agencia de trabajo, incluso con un salario de un euro la hora, conservando una parte de su pinche indemnización.

 

Como era de esperar, ser “Hartz IV” se transformó en una especie de indigencia con otro nombre. Todos intentaron salir de esa calificación, dinamizando el mercado del trabajo en beneficio del empleo precario que ha crecido fuertemente. Uno de los efectos más notables de las leyes Hartz fue la baja del costo de la mano de obra para las empresas: salario mínimo=lucro máximo, otra forma de ver la mentada “competitividad”.

 

Otra consecuencia tiene que ver con la baja del consumo y por ende el mejoramiento de la balanza comercial alemana, en detrimento de sus socios comerciales de la Unión Europea. Pero hasta los partidarios de las leyes Hartz reconocen que a partir del 2005 fue el crecimiento mundial el que sostuvo la economía alemana. Los productos alemanes mantuvieron precios razonables a costa de apretarles la cintura a los trabajadores. La demanda interna siguió débil hasta el 2011 y todavía no logra sostener el crecimiento de la economía teutona. 

 

Curiosamente, cuando las cuentas alemanas estaban en rojo en el año 2005, Gerhard Schröder negoció con Jacques Chirac la suspensión de las sanciones previstas en el Tratado de Maastricht, esas que hoy Angela Merkel le aplica con tanto rigor a Grecia y a España.

 

Antes dejar la Cancillería alemana Gerhard Schröder cuidó sobre todo de su propio futuro: le facilitó algunos créditos al conglomerado ruso GazProm, que le devolvió la mano nombrándole en una suculenta gerencia. Tony Blair, su amigo de la Tercera vía, “aceptó” una asesoría a bancos yanquis por un millón de dólares al año. Se ve que la socialdemocracia cuida de los trabajadores…

 

Otra consecuencia no despreciable tiene que ver con el rediseño de la estructura política: la izquierda del SPD y un grupo de militantes sindicales se aliaron a los ex comunistas de la RDA, para formar Die Linke. El SPD, enfermo hasta ahora de las leyes Hartz, obtuvo un 23% de los votos en el 2009, -19 puntos menos que en 1998-, la cifra más baja de la post guerra. Los electores de izquierda prefieren Die Linke, o bien los Verdes. Los centristas, ¿movida natural?, apoyan a Merkel, es decir a la derecha. Como dice la prensa europea, Gerhard Schröder habrá sido el sepulturero de las ambiciones del SPD.

 

Entretanto, los efectos de las leyes Hartz permanecen: salarios bajos, pobreza infantil, aumento de las desigualdades. A tal punto que la derecha alemana reconoció hace poco la importancia del salario mínimo para todas las ramas de la industria así como para al trabajo temporal, mientras que la Corte de Karlsruhe obligó al gobierno a reevaluar el monto de las indemnizaciones para los niños.

 

Como nosotros no hemos inventado nada, en Chile las leyes Hartz se llaman “leyes Concertación”. Y Merkel, auf Spanisch, “Piñera”.

 http://www.issuu.com/politika

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Espantapájaros

Escribe Luis Casado – 04/08/2012

 

  

Como es sabido, un espantapájaros es un dispositivo con forma de figura humana destinado a alejar los pájaros dañinos para los cultivos. Defecto no menor, los espantapájaros son inofensivos: las aves se acostumbran rápidamente a su presencia, e incluso cometen el pecado de lesa majestad de posarse sobre ellos con indisimulada arrogancia mientras sus pares se comen los granos y las semillas. De ahí que la Household Cyclopedia, -que data del año de gracia de 1881-, hiciera la siguiente advertencia: “El métodomás efectivo para  alejar a estos animales, según demuestra la experiencia, es combinar el uso de un espantapájaros con el uso frecuente del mosquete.”

 

Es de lamentar que los economistas sean impermeables a la sabiduría que proviene de la experiencia. Un economista normalmente constituido confía ciegamente en las fumosas teorías que aprendió en la universidad, y llega a afirmar como George Stigler, premio Nobel de economía 1982, que si la teoría no coincide con la realidad es porque “la realidad se equivoca”. Si lo traigo a cuento es porque comienzan a ser legión los economistas que proponen soluciones para salvar el euro. Cada cual con una idea más grotesca que el otro, condición sine-qua-non para ser considerado “experto”. Y no es que falten ideas: los irresponsables que manejan la manija en Europa no dejan de amenazar con tomar brillantes decisiones. “Atájenme, atájenme”, parecen decir, “que si no van a ver lo que van a ver”. Pero lo suyo es actuar como espantapájaros, es decir como inofensivos dispositivos con forma humana, sólo que van vestidos en plan Gucci, Cerruti o Hugo Boss, en vez de harapos.

 

Hace un par de días el International Herald Tribune se rajó con una nota en la que expone las geniales ocurrencias de tres gurús: Markus K. Brunnermeier, Graham Bishop y Daniel Gros. Como queda dicho, cada uno de ellos propone un plan para salvar el euro. No a los europeos, sino la moneda que quisieron única cuando el sentido común tan ajeno a la profesión de economista aconsejaba dotarse de una moneda ídem, comúndigo, la diferencia es notable. 

 

Si difieren en el modo de abordar la cuestión, el objetivo es el mismo: evitarle el precipicio financiero a España y a Italia. Para ello no inventan la rueda, y aún menos el sentarse en las nalgas, lo suyo es de un clasicismo que fuerza la admiración. La idea consiste en encontrar quién compre sus deudas a un costo razonable, para facilitar una recuperación económica a largo plazo. ¿No es genial como idea? Que pague Moya. Los EEUU la encontraron desde el inicio de la crisis en el 2008: el banco central yanqui, la FED, imprime dólares mientras quede tinta verde, y ya. Así de sencillo. Con ese billete la FED compra bonos del Tesoro, o sea el ministerio de Hacienda de Washington, y a su vez el Tesoro paga lo que haya que pagar. De pasadita, como el billete pasa a través de bancos privados, estos cortan un alita, una modesta tasa de interés sobre dinero que no tienen, y todo el mundo tan contento.

 

Brunnermeier sostiene que no son las ideas las que faltan, -lo que prueba que no es tan asopado-, sino los planes realizables. El suyo consiste mayormente en crear los mentados Eurobonos, con respaldo europeo, idea que también vende Bishop. Se supone que tales Eurobonos harían salivar a los inversionistas que, en un gesto honroso, estarían dispuestos a comprarlos a cambio de una tasa de interés menor que las especulativas tasas que hoy pagan Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia. Hacer un pozo común, una especie de “vaca” europea, no es tan innovador como para que Brunnermeier y Bishop entren en el catalogo de “Increíble pero cierto”, lo que no tiene nada de extraño: de Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx a nuestros días, es poco lo que se haya inventado o descubierto en economía. Lo sorprendente es que el International Herald Tribune y el New York Times los tomen en serio.

 

Si los “mercados financieros”, desconfiando del respaldo que les aportan países extremadamente endeudados,  no compran los Eurobonos, a Brunnermeier y a Bishop les queda el plan B: pedirle al Banco Central Europeo (BCE) que los compre todos, en una movida similar a la de los EEUU. Lo único que cambia es el color de la tinta de los billetes que habría que imprimir. Se ve que estos tipos son lo que se llama clevers.

 

Por su parte, Daniel Gros me desmiente porque parte haciendo un notable descubrimiento: “En una crisis, lo que cuenta es la liquidez”. ¿Qué tal? Para generar liquidez Daniel Gros sugiere que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MES), un fondo de rescate alimentado con un billete que no existe, reciba una licencia bancaria para que se comporte como un banco. Este banco, tan chanta como los otros, compraría los famosos Eurobonos. ¿Con qué dinero? Buena pregunta, se ve que sigues esta nota como si se tratase de un cuento de Agatha Christie. Como decía, el MES no tiene sino el dinero que “ponen” allí países que no tienen dinero. Por el momento 500 mil millones de euros, cantidad ridícula si tomamos en cuenta que sólo España e Italia necesitarán más de 2 billones de aquí al 2015. Pero nuestro amigo Gros, que es otro clever, tiene la solución: usar esos 500 mil millones como “garantía” para pedirle al Banco Central Europeo que le preste cinco veces esa cantidad.

 

Si nos economizamos la jerga pretenciosa y sin sentido de los economistas, las soluciones de los tres genios arriba mencionados se resumen a “que pague mi tía”. O Moya, que viene a ser como lo mismo. El analista yanqui Shah Gilani le ruega a dios que no se termine la crisis porque si se llega a terminar, todo ese billete emitido sin respaldo generaría una inflación tan demencial que lo vivido hasta ahora parecería un chiste.

 

¿Y las autoridades europeas? Bien gracias. Hollande no dice nada, mientras Merkel repite lo mismo, Mariano Rajoy sigue ocupado con su diarrea terminal y Mario Monti, primer ministro italiano, se hace el italiano.

 

Por su parte Mario Draghi, el inenarrable presidente del Banco Central Europeo, hace de espantapájaros. Un tipo que nadie ha elegido, que fue designado a dedo, que no tiene ninguna legitimidad, declara que el BCE “hará lo que haga para preservar el euro”, o sea por el momento nada, y refuerza su labia asegurando  “créanme, con eso será suficiente”. Este Draghi ni siquiera tiene el mérito de la ambigüedad. Dice tonterías comprensibles y cada cual se da cuenta que está pirao. Su homólogo estadounidense Alain Greenspan, que fue durante 18 años el irresponsable presidente de la FED, se enorgullecía de hablar en complicado. “Si me entendieron, aseguraba, debo haberme expresado mal.”

 

Los “mercados financieros”, que en su larga historia han conocido espantapájaros algo más respetables, hacen su agosto. Por eso que decía Quevedo, que si se le pregunta a la sanguijuela esta dirá que hay que seguir chupando la vena. Tú ya sabes, la culpa no es del chancho, sino del que le da el afrecho.

 

Entretanto, mientras los espantapájaros espantapajarean, los cuervos siguen haciendo de las suyas.

 

Por las razones arriba expuestas, ya en el año 1881 la Household Cyclopedia advertía: “El método más efectivo para  alejar a estos animales, según demuestra la experiencia, es combinar el uso de un espantapájaros con el uso frecuente del mosquete.”

 

Mosquete: antigua arma de fuego, más larga y de mayor calibre que un fusil, que se cargaba por la boca y se disparaba apoyando el cañón en una horquilla clavada en la tierra. A buen entendedor…

RUFIANES

Escribe Luis Casado – 03/07/2012

 

  

No pretendo ser el primero que se refirió a los banqueros con este calificativo necesario y suficiente. Me parece recordar que John Kenneth Galbraith también les llamó algo parecido en su libro “The Great Crash” en el que relata el desastre de 1929 y la Gran Depresión. En todo caso Galbraith cuenta que los más encumbrados banqueros terminaron en chirona, mientras los “expertos” de Harvard hacían el ridículo más patético. Rasgo común con la interminable crisis que se inició en el segundo semestre de 2007: los rufianes coparon las gerencias de los bancos privados, de las agencias de calificación, de más de algún banco central (y no de los menores), de los organismos que supuestamente están allí para ejercer algún control, e incluso, -la comunidad financiera no tiene ninguna estanqueidad-, algunos gobiernos.

 

Bernard Madoff fue presidente del NASDAQ en la Bolsa de New York antes de probar su extraordinaria productividad: con su propia firma de consultoría financiera, creada en el año 1960 con un capital de 5 mil dólares, estafó la coqueta suma de US$ 60 mil millones. Rodrigo Rato fue Director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) antes de hacerse cargo de Bankia, dejar un agujero de 40 mil millones de euros, de manipular los balances y asegurar que el tercer banco español era “una institución sólida y confiable”. Su sucesor en el FMI, Dominique Strauss-Kahn, ya había estafado a la Unión Nacional de Estudiantes Franceses (UNEF) antes de hacerse cargo de tan altas funciones. Como es sabido, terminó detenido en New York por presunta violación, y actualmente es procesado por proxenetismo agravado en banda organizada, violación en grupo y otros detallitos menores. La actual Directora gerente del FMI tiene sus propios dolorcitos de cabeza: antes de ir a Washington, y en su calidad de Ministro de Finanzas de Sarkozy, se las arregló -pasando por encima de la ley- para “indemnizar” con 310 millones de euros a Bernard Tapie, otro rufián que ya había estado en prisión por corrupción. Se trataba de pagarle el “favor” de haber apoyado a Sarkozy en la elección presidencial del 2007. La justicia gala, que no apreció ni la premura ni el ilegal procedimiento, investiga los hechos.  Por otra parte ya he contado que Mario Draghi, presidente del banco central europeo (BCE), así como Mario Monti, primer ministro de Italia y Lukas Papademos, primer ministro griego hasta hace algunas semanas, fueron todos colaboradores del banco estadounidense Goldman Sachs, ese que falsificó las cuentas públicas griegas. No sólo eso: Goldman Sachs ganó cifras estratosféricas vendiendo productos financieros tóxicos contaminando el sistema financiero mundial. En premio, el presidente del Goldman Sachs, Henry “Hank” Paulson, fue nombrado Secretario del Tesoro de los EEUU para hacerle frente a las consecuencias de la peor estafa de la historia, la que había hecho él mismo. La lista de los rufianes y sus fechorías es demasiado larga como para resumirla en una parida. Sin embargo, merece la pena contar la última hazaña del mundillo de las finanzas, ese que hoy en día impone sus reglas y obliga a la omertà a los gobiernos planetarios.

 

Robert Diamond, Gerente de Barclays, -una de las joyas del mundo de las finanzas-, acaba de dimitir de su puesto. No por haberse pagado a sí mismo salarios escandalosos, lo que desde luego hizo (en abril de este año un 27% de los accionistas votó en contra de la política de remuneración de los ejecutivos al saber que Diamond había recibido 25 millones de libras esterlinas en el 2011), sino por estar implicado en una vasta manipulación de las tasas de interés, y en particular de dos muy conocidas: el Libor (London Interbank Offered Rate) y el Euribor. Como sus nombres lo indican, son las tasas de interés que se cobran los bancos para prestarse plata unos a otros en el llamado mercado interbancario (ver mi nota “¿Quién se lo banca?”), y que  determinan indirectamente las tasas de interés que pagan los hogares y las empresas.

 

La prensa europea dice que “Hace año y medio que las autoridades británicas sospechaban que la banca no jugaba limpio, pero querían reunir pruebas fehacientes. Ahora las tienen contra Barclays y se apunta a un banco suizo, dos grandes norteamericanos y otro gigante británico como los siguientes en la lista”.

 

¿En qué consistió la estafa? Muy sencillo: Barclays y otros bancos rufianes manipulaban artificialmente a la baja las tasas de interés del mercado interbancario, -el Libor y el Euribor-, para obtener dinero más barato. La prensa europea señala que “los más perjudicados han sido los que prestan a las entidades de la City”, antes de precisar que “Los que más han podido perder son los exportadores de ahorro: la banca japonesa y alemana, principalmente. También las grandes instituciones de inversión colectiva, entre ellos los fondos de pensiones y de inversión norteamericanos…”. Un “experto” español, -no se puede negar que en materia de estafas los banqueros españoles saben mucho-, estima que las repercusiones del timo son planetarias “porque este índice afecta a gran parte de las operaciones bancarias hechas en cualquier divisa menos el euro. Es decir, a las libras esterlinas, dólares, yenes, francos suizos, dólares australianos y canadienses”.

 

Antes de presidir Barclays, “Bob” Diamond fue profesor universitario… se ve que la calidad de la educación mejora. Su confesión de  Diamond trajo consigo la del presidente del Directorio de Barclays, el eminente Marcus Agius, el bien nombrado. En el Directorio que Agius presidió hasta ahora estaba Mike Rake, presidente de British Telecom y de EasyJet, Sir John Sunderland, miembro del equipo de polo del príncipe Charles y ex presidente de la CBI (Confederación Industrial Británica), así como Andrew Likierman, presidente del National Audit Office (¿porqué te ríes?) y rector de la London School of Economics.

 

Desde luego ninguno de estos próceres vio nada. Se enteraron de lo que hacía el banco que dirigían por la prensa y, como era de esperar, no logran ocultar su indignación indignada. Lo que trae algún consuelo es que gracias a la formación dispensada por Likierman y Diamond a los economistas de Inglaterra y los EEUU el brillante futuro de la comunidad financiera está asegurado.

 

¿QUIEN SE LO BANCA?

Escribe Luis Casado -22/06/2012

 

En repetidas oportunidades he señalado que los Bancos no tienen plata: la crean ex nihilo a partir de la nada, la inventan. Como decía mi profesor de economía en París “Son los créditos los que generan los depósitos, y no los depósitos los que generan los créditos”. La creación monetaria es un arte de birlibirloque, oficio de encantador de serpientes, faena de nigromante.

 

Al modesto empresario, al jefe de hogar sobre endeudado, al estudiante sin recursos, les cuesta entender que les presten lo que no existe y que además les cobren caro, muy caro, por prestárselo. La práctica bancaria se basa en la confianza. No en la que el banco pueda tener en quién solicita un crédito, sino en la ingenuidad de quién acude a pedir plata.

 

Hubo una época en la que los créditos otorgados por las instituciones financieras alimentaban la máquina económica: ahora están dedicados a la especulación. Un empresario, grande o pequeño, obtenía un crédito que le permitía producir bienes o servicios, riqueza que por una parte devenía lucro con el cual pagaba el crédito y se remuneraba a sí mismo, y por otra se transformaba en salarios que permitían consumir lo que la sociedad en su conjunto producía.

 

Nunca los bancos dispusieron del dinero que prestaban. Sus capitales propios siempre fueron ridículamente pequeños en relación al volumen de su actividad. Ni siquiera los bancos de depósitos se limitaron nunca a prestar el dinero que guardaban en sus arcas. El negocio de los bancos es el crédito, y prestar limitadas sumas de dinero no satisface sus gigantescas ansias de lucro. De ahí que para rentabilizar su actividad inventasen eso de prestar dinero inexistente, en modo tal que el volumen de créditos supera siempre la suma de los capitales propios más los depósitos.

 

Simplificando un poco, -muy poco-, eso es lo que los entendidos llaman la “creación monetaria”.

 

Si un banco dispone de 3 mil millones de capitales propios, nada le impide prestar 100 mil millones o aún más. El crédito se traduce en escrituras que solían estar plasmadas en el papel, y que hoy en día constan en la memoria de los computadores. Si tal o cual banco requiere liquidez, -lo que puede entenderse por moneda fiduciaria, o aún crédito escritural-, se dirige a otro banco que dispone de ese dinero, y lo empresta por un período corto, justo los días que hacen falta para volver a un amago de liquidez. Es lo que llaman el mercado interbancario.

 

Entre ellos los bancos se hacían ese tipo de favores, cobrándose unos a otros una tasa de interés no mayor a la que cobra el Banco Central. Este último, -el Banco Central-, es la “tía rica”, el prestamista de último recurso, útil cuando ningún otro banco se “sacrifica” prestándole a los bancos colegas y/o competidores. Porque ocurre que todos los bancos prestan lo que no tienen, y hay que hacer caja para hacerle frente a las necesidades cotidianas de dinero real. Eso se resuelve pasándose unos a otros, en una bicicleta improbable, la plata disponible.

 

Visto de afuera, nada de todo lo que precede transpira hacia el común de los mortales que siguen creyendo que tratan con un banco, o sea con una entidad que tiene dinero.

Dicho sea de paso, el Banco central tampoco tiene dinero. Cuando hace falta lo crea ex nihilo, lo inventa, lo hace aparecer de la nada.

 

Como el ansia de lucro es insaciable, los bancos se exceden, se pasan de rosca, generan una masa tan gigantesca de créditos que basta con que una porción ridículamente pequeña de ellos se revele incobrable para que todo el sistema entre en crisis. Esa fue la razón que llevó a los organismos reguladores, -un chiste, los organismos capaces de regular a los bancos no existen-, a ponerle un límite al volumen de créditos que puede hacer un banco a partir de sus capitales propios.

 

Un Acuerdo, llamado de Basilea (Suiza), sede del BRI o BIS (Banque des Règlements Internationaux, o Bank for International Settlements), determinó que los bancos no podían prestar más allá de un cierto límite, y estipuló que las entidades bancarias debían poseer al menos un 3% del dinero que prestan.

 

Demás está decir que en la ausencia de un gendarme capaz de forzar los bancos a respetar este Acuerdo, la banca planetaria hizo caso omiso y simplemente se lo pasó por las amígdalas del sur. Para no dejar cabos sueltos, debo precisar que si alguien piensa que el gendarme de los bancos privados son los Bancos Centrales, o las Superintendencias de servicios financieros, o aún las autoridades de los mercados financieros, ese alguien hace gala de una ingenuidad, un candor y una inocencia muy propios de una cierta discapacidad intelectual.

 

Justo para dar un ejemplo, nunca ni la FED (Banco Central de los EEUU) ni la SEC (Security and Exchange Commission, autoridad de los mercados financieros de los EEUU) controlaron a nadie. Ni tienen la intención de hacerlo visto que están ahí para facilitarles la vida a los banqueros.

 

Ahora bien, el entusiasmo de los bancos por prestar plata, -su negocio-, puede estrellarse con un mercado renuente a pedir prestado, o con la ausencia de necesidad de pedir prestado. Eso lo arreglaron muy rápidamente y de manera radical con dos movidas geniales.

 

La primera consistió en reducir en modo drástico la parte de la riqueza producida socialmente que está destinada a remunerar el trabajo. En otras palabras los salarios. Tan drásticamente que prácticamente nadie, -si exceptuamos a un puñado de privilegiados-, puede vivir al contado. Todo, incluyendo los bienes más elementales, es accesible sólo gracias al crédito. El magro salario se ve amputado así con tasas de interés usureras, lo que genera a su vez más necesidad de crédito.

 

La segunda movida genial cercenó gravemente la parte de la riqueza que según Adam Smith está destinada a financiar el gobierno civil. Es decir el volumen de recursos que el Estado recauda bajo la forma de impuestos. Según Adam Smith, todos los ingresos deben pagar impuestos, en proporción directa a lo que cada cual obtiene de la sociedad en la que vive. Para Adam Smith el impuesto es una suerte de “gasto común” del condominio en el que todos vivimos. Y para no dejar dudas en cuanto a la utilidad de los impuestos, precisa: “Los ricos, en particular, están necesariamente interesados en sostener el único orden de cosas que puede asegurarles la posesión de sus ventajas” (…) “El gobierno civil, en cuanto tiene por objetivo la seguridad de la propiedad, es instituido en realidad para defender a los ricos contra los pobres, o bien, aquellos que tienen alguna propiedad contra aquellos que no tienen ninguna”(sic) (Adam Smith - “Wealth of Nations” - 1776).

 

Si el Estado no recauda lo suficiente para financiar sus misiones esenciales… se ve obligado a endeudarse, aumentando así el mercado del crédito del que viven los bancos. La gigantesca crisis de la deuda soberana que sacude a los EEUU y a Europa en este preciso momento proviene de la genial movida que consistió en reducir la parte de la riqueza creada socialmente que estaba destinada a la educación, a la salud, a las infraestructuras, al transporte, a la inversión pública, a la defensa, etc.

 

Lo que además conlleva una formidable ventaja: o bien el Estado se endeuda para financiar los servicios públicos, o bien los privatiza, generándole a los bancos un mercado extraordinariamente rentable, un mercado constituido de clientes cautivos.

 

Entretanto los bancos consiguieron otras menudas ventajas, la más interesante de las cuales fue la eliminación de las regulaciones nacidas en el sufrimiento de la Gran Depresión de los años 1930, y destinadas precisamente a evitar que tal catástrofe pudiese repetirse.

 

De ese modo pudieron seguir prestando dinero que no tenían, sin ningún límite. Mejor aún: cuando cubrieron todos los clientes solventes, y con el fin de aumentar aún más su cifra de negocios y el lucro consiguiente, siguieron vendiéndole créditos a hogares que no tenían, ni tienen, ninguna posibilidad de pagarlos.

 

Satisfechos de su propia irresponsabilidad, -mientras se gane dinero no hay ninguna razón de detenerse en tan buen camino-, evitaron asumir el riesgo de los créditos irrecuperables transformándolos en “productos financieros” que le vendieron a otros bancos. Y la sífilis financiera se propagó con la velocidad de un virus.

 

Esta descripción no estaría completa si no precisamos que los bancos no conservan sus capitales propios en sus arcas ni en sus cofres: suelen especular con ellos, comprando “activos” de buena rentabilidad, -lo que los entendidos llaman un “high yield”-, deuda pública, acciones, partes de inversiones de alto riesgo, etc. De modo que cuando afirmo que los bancos no tienen plata, no lo hago en forma metafórica, sino describiendo la situación real.

 

No satisfechos aún del lucro obtenido, especulan con el dinero que sus clientes depositan en sus cuentas, o sea con dinero ajeno. Gracias a la desregulación mencionada más arriba, que en los EEUU tuvo lugar durante el mandato de Bill Clinton.

 

Llegados a este punto, surge una pregunta natural. Si los bancos no tienen plata, ¿Cómo pueden ofrecer crédito? ¿Cómo pueden prestarle a los Estados? Muy sencillo. El crédito que le venden a los hogares, o a las pequeñas y medianas empresas, proviene por lo esencial de la creación monetaria, ese arte de birlibirloque que mencioné al inicio de esta parida. Lo que le prestan a los Estados proviene, por lo esencial, de los… Bancos Centrales.

 

Cuando se produjo la crisis financiera que se inició en el segundo semestre del año 2007, los Bancos Centrales de los EEUU, de Inglaterra y de la Zona Euro emitieron billones de dólares, libras esterlinas y euros, sin respaldo, para permitirle a los bancos seguir practicando la usura, la irresponsabilidad, la piratería financiera.

 

Como no es posible determinar hasta qué punto cada banco está contaminado con activos que no valen nada, con créditos irrecuperables, con inversiones de dudosa calidad, todos desconfían de todos y el “mercado interbancario” desapareció: nadie le presta a nadie. De ahí que los bancos centrales emitiesen una cantidad inimaginable de “liquidez”, dinero sin ningún respaldo, dizque para mantener el crédito que hace funcionar la economía. Pero la verdad es muy distinta.

 

En el tiempo presente, por ejemplo, el Banco Central Europeo (BCE) pone a disposición de los bancos privados billones de euros a una tasa del 1% anual, y estos le prestan ese mismo dinero a Grecia a tasas que superaron el 15%, o bien a España, a tasas del orden del 7%. El negocio es la deuda, ofreciendo créditos con dinero que no existe. Si Grecia decidiese hacer “default”, o sea no pagar, o diferir significativamente el pago de su deuda, o aún simplemente desconocer su deuda, se produciría un monumental efecto dominó que afectaría no sólo a los bancos privados sino a los propios bancos centrales.

 

Como no está destinado a ello, todo el dinero emitido por los bancos centrales no ha logrado hacer repartir la máquina económica y vamos de recesión en recesión, lo que a su vez genera más desempleo, reduciendo aún más el consumo, lo que tiene por efecto profundizar la recesión.

 

¿Qué sentido tiene afirmar que los Estados deben reducir su deuda pública, cuando sabemos de dónde proviene esa deuda?

 

Frente a la inimaginable dimensión del desastre, los mandatarios del llamado G20, el organismo más impotente e inútil jamás creado, amenazó a los bancos con regulaciones más estrictas.

 

Una de ellas tiene que ver con la limitación del volumen de créditos que pueden ofrecer, calculado como un múltiplo de los capitales propios. Si el Acuerdo de Basilea cuyo cumplimiento nadie verificó nunca, establecía que los bancos debían poseer como capitales propios no menos del 3% del volumen de créditos, el llamado Acuerdo de Basilea III les exigiría un… 7%. Pero no es el momento de que nos coja la risa tonta, o la risita nerviosa. Porque lo que viene es aún más increíble.

 

Para cumplir con Basilea III todos los bancos debían aumentar el volumen de sus capitales propios, y diferentes organismos internacionales, agencias de calificación de deuda y otros parásitos se entregaron a la tarea de calcular los montos necesarios. No vale la pena reproducir los resultados de dichos cálculos porque todos resultaron falsos: cinco años después del inicio de la crisis, billones de dólares, euros y libras esterlinas (emitidos sin respaldo) más tarde, nadie sabe lo que hay en los balances de los bancos. Nadie. A tal punto que recientemente España le pagó dos millones de euros a consultoras privadas para que determinasen el monto necesario para el rescate de sus instituciones financieras.

 

El FMI anunció que se necesitarían 37 mil millones de euros. Las consultoras estimaron el monto en torno a los 62 mil millones de euros. La Comisión Europea anunció estar dispuesta a poner hasta 100 mil millones. Mientras que sólo los créditos inmobiliarios susceptibles de impago llegaban en abril de este año a 152 mil 740 millones de euros, o sea un 8,72% del total de créditos. Lo que indica que la cosa se puede poner aún peor.

 

Desde luego no tiene sentido preguntarse cómo es que el Banco Central de España no conoce la situación real de las instituciones financieras españolas. Porque ya sabemos que ni siquiera los bancos saben lo que hay en sus propios balances. No sólo en España, sino en buena parte del mundo.

 

Rodrigo Rato, que fue Director-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), el maestro Ciruela,  se dio maña luego para hundir el cuarto banco español, Bankia,  en el que dejó un agujero superior a los 40 mil millones de euros. Sólo Bankia requiere más de 23 mil millones de euros para su “rescate”.

 

¿Debo precisar que Bankia, y todos los bancos quebrados, fueron “nacionalizados” y que los pueblos pagarán hasta el último céntimo este enorme desastre? En los EEUU, en Inglaterra, en Francia, en Alemania, en Bélgica, en España, en Italia, etc. Tal y como ocurrió en Chile en el año 1982, sin que hasta ahora los bancos privados rescatados con dinero público hayan devuelto el dinero que recibieron.

 

Si piensas que hemos llegado al límite de la infamia, estás equivocado. La redacción de esta parida me la inspiró una noticia reciente. Una que bajo el título “¿Los bancos lograrán cargarse Basilea III?”, nos explica que es cada día más probable que el Acuerdo que obliga a los bancos a aumentar sus capitales propios sea pura y simplemente enterrado. El diario financiero parisino cuenta lo que sigue:

 

Si le creemos al Wall Street Journal, los reguladores internacionales estarían a punto de flexibilizar las exigencias de liquidez que se le impondrían a los bancos en el marco de la reglamentación de Basilea III. La crisis de la deuda soberana le ha dado un peso inesperado a los argumentos de los banqueros. Desde hace dos años estos batallan contra el carácter demasiado restrictivo del ratio de liquidez a corto plazo. A partir del 2015 este les impondrá a los bancos tener un cierto stock de títulos de la mejor calidad (o sea fácilmente vendibles), con el fin de poder afrontar una crisis de liquidez de un mes”.

 

La dificultad estriba en que sólo el dinero líquido (cash) y los títulos de la deuda soberana son considerados como activos “líquidos”. Como para preguntarse cuál es la razón de exigirles tasas de interés tan altas a Grecia o a España (o a Portugal, a Irlanda, a Italia, etc.) si los títulos de la deuda soberana son casi los únicos considerados de buena calidad.  Por otra parte a los bancos no les gusta almacenar dinero líquido porque este no trae intereses. Razón por la cual luchan para volver al laissez-faire al que estaban acostumbrados y que provocó la crisis en curso.

 

Nótese que en el año 2015 se les exigirá poder hacerle frente a una crisis financiera de un mes, en circunstancias que la actual crisis financiera ya dura más de cinco años. Para determinar que un banco puede resistir a una crisis de liquidez los incompetentes que se ocupan de estas cosas lo someten a un llamado “crash test” o prueba de esfuerzo. Una triste payasada en la cual alguien decide qué parte de los créditos de un banco, o qué parte de sus activos, puede revelarse irrecuperable o sin valor. Hasta ahora los “crash tests” se asemejan a un certificado de seguridad entregado a un automóvil al que estrellaron contra una cortina de bambú a la velocidad de 10 km por hora. Un chiste.

 

Lo que explica que en el día de ayer la agencia de calificación de deuda Moody’s le haya rebajado fuertemente las notas a quince bancos globales, o sea a quince de las instituciones financieras más importantes del mundo, entre ellas a cinco de los seis principales bancos estadounidenses.

 

El Wall Street Journal titula muy justamente que Moody’s degradó a los “bancos gigantes”, empeorando la tembladera de los mercados.

 

No soy yo quién va a otorgarle a Moody’s, a Fitch o a Standard & Poor’s la credibilidad que no tienen: se trata de filibusteros de las finanzas que ganan dinero estafando y vendiendo buenas notas a cambio de una mejor remuneración. Son las mismas agencias que no vieron venir la crisis financiera, ocupados como estaban en sacarle el mejor partido a la especulación.

 

Sin embargo el que se hayan atrevido a rebajarle la nota a los EEUU, a Francia, y a los bancos que supuestamente estaban encima de cualquier sospecha da la medida del desastre provocado por la llamada “comunidad financiera”.

 

Una estimación, tan cuestionable como cualquiera otra, señala que para recapitalizar a la banca mundial en el sentido de Basilea III hacen falta más de 2,22 billones de dólares de activos líquidos. Y desde luego nadie los tiene. Además, la estimación parece pasar por alto los activos podridos que los bancos centrales tienen “en pensión” (los bancos centrales tomaron esos activos podridos como garantía del dinero que le pasaron a los bancos privados, calculando su valor al precio fuerte), que ya suman más de 2,22 billones de dólares (2,22 millones de millones de dólares).

 

En otras palabras Moody’s corre muy pocos riesgos de equivocarse, y si se equivocó fue por defecto, no por exceso.

 

Todo parece indicar pues que la guerra de nervios continuará. Tanto Barack Obama como los mandatarios europeos han demostrado su impotencia, su incapacidad y su falta de voluntad para hacerle frente a los mercados financieros.

 

Sin embargo la solución es de una sencillez bíblica: habida cuenta de los más de 16 billones de dólares que los Estados han dilapidado para sostener a los bancos, pagándolos en realidad varias veces su valor real, bastaría con que confiscasen todos los bancos privados para ponerlos al servicio de la economía, terminando de una vez por todas con la especulación.

 

Pero tal parece que los más de cincuenta millones de desempleados que ha provocado la crisis tienen a los “líderes” sin cuidado. El G20 acaba de terminarse en lo de siempre: una patética “foto de familia” en la que Piñera estira el cuello para aparecer entre los “grandes”.

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SALARIO MÍNIMO = LUCRO MÁXIMO

Escribe Luis Casado – 20/06/2012

 

  

Los economistas suelen esconder la verdad usando ecuaciones que travisten su ignorancia, con el propósito de darle a sus dogmas la apariencia de la cientificidad. Desde luego ninguna de ellas tiene la pertinencia de la que me sirve de título. Esta ecuación emerge naturalmente de la obra de David Ricardo “The Principles of Political Economy and Taxation”, libro publicado en el año 1817, y uno de los zócalos de la economía clásica.

 

David Ricardo sostenía que la riqueza creada por la actividad humana en el proceso productivo debe remunerar los factores de producción: el capital y el trabajo. Y precisaba que “Determinar las leyes que regulan esta distribución es el problema principal en la Economía Política”.

 

Cada año, por estas fechas, asistimos al circo, o más bien al tongo, del falso debate sobre el salario mínimo o, como pretenden los expertos, del ingreso mínimo mensual. Llámale como quieras, porque se trata de la parte de la riqueza creada por la actividad humana que remunera el trabajo.

 

Digo tongo, porque entre el presidente de lo que queda de la CUT y los gobiernos el tema estaba zanjado de antemano. Tales arreglines contribuyeron poderosamente a darle a la CUT esa imagen de sindicato apatronado que tiene ahora, lo que los galos llaman “un syndicat maison”.

 

Volviendo a David Ricardo, que no era ni sindicalista ni defensor de los asalariados sino un acaudalado corredor de Bolsa, él estimaba que “No puede haber un aumento del valor del trabajo sin una caída del lucro”. Para Ricardo la distribución del producto funciona según el principio de los vasos comunicantes en física: si una columna sube, la otra baja, y viceversa. Ricardo lo precisó diciendo: “La proporción que puede ser pagada como salario es muy importante para la cuestión del lucro; porque debe notarse que los beneficios serán altos o bajos en exacta proporción a que los salarios sean bajos o altos”. Mientras más bajos los salarios, más alto será el lucro, y a salario mínimo corresponde un lucro máximo. Ese es el sencillo principio aritmético que los patrones y los gobiernos se empeñan en presentar como el más alto objetivo de la especie humana.

 

Cuando este gobierno de utilería presentó su oferta lo hizo advirtiendo que los 191 mil pesos propuestos buscan “proteger la empleabilidad”, o sea como una especie de acto de beneficencia pública. El mismo argumento que empleó la Concertación mientras estuvo en el poder: si no aumentan más el salario mínimo, es para proteger a los trabajadores. Y si los trabajadores protestan es porque son ingratos.

 

En junio de 2003 Ricardo Solari oficiaba de ministro del Trabajo de Ricardo Lagos, e hizo aprobar un salario mínimo que no satisfacía los anhelos de los trabajadores. Sin embargo se permitió declarar en el Informativo Laboral nº 140 de su ministerio: “Quizás a todos nos gustaría subirlo un poco más, pero se trata de ver cómo le damos protección al poder adquisitivo de los trabajadores más débiles, y, simultáneamente, cuidamos que estos reajustes no impacten negativamente en el empleo”(sic). Después encontró trabajo como testaferro de las multinacionales y se olvidó del tema. Más de 20 años de pseudo democracia no han logrado revertir la terriblemente injusta distribución de la riqueza en Chile.

 

Algunos analistas pretenden que habría que aumentar significativamente el salario mínimo para cumplir con curiosas “recomendaciones o estándares internacionales”. En materia de salarios no hay ni recomendación, ni estándar que valga. Si los organismos internacionales, impotentes frente a las potencias financieras, sirvieran de algo, se sabría. Y en la materia los estudios que producen suelen servir de epitafio.

 

Del mismo modo, la noción de “salario ético” no tiene asidero alguno. La muy abundante producción literaria de los economistas, amén de ser ininteresante y carecer de pertinencia, no ha perdido tiempo en consideraciones morales o éticas. Habida cuenta de lo que dice David Ricardo a propósito del lazo indisoluble que hay entre nivel de salarios y nivel de lucro, habría que preguntarse si es oportuno hablar también de “lucro ético”. ¿Qué dice al respecto Monseñor Goic?

 

Etimológicamente la palabra “ética” viene del griego êthos, y significa estancialugar donde se habita. En cuanto a “moral”, palabra de origen latino, ella designa las costumbres. Las costumbres del lugar que habitamos, Chile, hacen de los trabajadores asalariados entes sin derechos. Aún prevalece en nuestro país un Código del Trabajo impuesto en dictadura con el propósito deliberado y confeso por parte de su autor William Thayer Arteaga, de facilitar la implantación y arraigo del modelo neoliberal. Tal engendro encuentra sustento y apoyo en la Constitución ilegítima, también impuesta en dictadura, que Ricardo Lagos refrendó con su firma.

 

David Ricardo tenía razón: determinar las leyes que regulan la distribución de la riqueza producida por la actividad humana es el problema principal en la Economía Política. La Historia enseña que esa distribución depende esencialmente de la relación de fuerzas entre los patrones y los trabajadores. Gracias a la CUT, a la Concertación, a la Alianza, a la Constitución y al Código del Trabajo, los trabajadores van perdiendo por paliza.

 

Otro elemento utilizado para justificar nuestro miserable nivel de salarios tiene que ver con la mentada “competitividad”, como si la competitividad dependiese única y exclusivamente de una mano de obra pagada con limosnas.

 

Un comentarista de la TV explicaba doctamente que los trabajadores chilenos se enfrentan a la competencia de sus homólogos chinos. Curioso. Los chinos no producen lo que compran en Chile, y viceversa. Los trabajadores chilenos no están pues enfrentados a los asalariados de la segunda potencia económica del mundo. China nos compra cobre. Los salarios de los obreros de la gran minería están en el entorno de un millón de pesos mensuales, lo que no le impide a nadie precipitarse para comprar cobre a más de 7.500 dólares la tonelada. Nuestro cobre, pagando salarios sensiblemente superiores a la mediana nacional, sigue haciendo la fortuna de unos pocos privilegiados.

 

No sólo el cobre. En la minería del oro y la plata hay quienes están celebrando rentas inimaginables. En su Annual Report 2009 Barrick Gold informaba que su coste promedio de producción de una onza de oro había sido de US$ 363 dólares, mientras que el precio de venta había alcanzado los US$ 985 dólares. Barrick Gold realizaba pues un beneficio neto igual a un 271,35%. ¡Fantástico! ¿Quién dice más? La misma Barrrick Gold, que en el citado Annual Report anuncia haber encontrado el Santo Graal en… Chile:

 

“La construcción del proyecto Pascua Lama también comenzó en el 2009. Pascua-Lama es un gran proyecto, de clase mundial, con reservas de unos 18 millones de onzas de oro y 671 millones de onzas de plata contenidas en las reservas de oro. Una vez en operación, esperamos producir entre 750 mil y 800 mil onzas de oro por año, a un costo de 20 a 50 dólares por onza, y asumiendo un costo de 12 dólares por onza de plata. Esto hace de Pascua Lama una de las minas más baratas del mundo. (Barrick Gold- Annual Report 2009).”

 

El día de hoy el oro cotiza a 1.616,20 dólares la onza, y Barrick Gold obtiene un beneficio neto mínimo de US$ 1.566,20 por onza, ¡o sea más de un 3.200%! ¿Existe el lucro ético? A ese lucro inimaginable hay que agregarle la yapa de la plata, que hoy mismo está cotizada en US$ 28,43 la onza, o sea más de dos veces su costo de producción. De ahí que un salario mensual de un millón de pesos sea miserable, pecata minuta. La masa salarial en la minería representa una porción ridícula de los costes de producción, y consecuentemente el lucro es fabuloso.

 

Dicho sea de paso, el millón que ganan los mineros (1.575 euros), salario gigantesco en Chile, debe ser  comparado con los salarios mínimos de otros países de la OCDE. Japón: 1.777 euros. EEUU: 1.445 euros. Francia: 1.365 euros. Al salario mínimo francés conviene agregarle las prestaciones de salud y educación gratuitas, así como un sistema de previsión por repartición financiado en buena parte por aportes patronales. De hecho, el salario mínimofrancés se sitúa más bien en torno a los 2.000 euros, lo que no le impide a los galos seguir siendo la quinta potencia industrial del mundo.

 

Si volvemos al tema de la competitividad, ¿acaso una “nana” chilena que ganase 300 mil pesos mensuales tendría la competencia de las “nanas” chinas? ¿Imagina Ud. ir a cortarse el pelo, o a lustrarse los zapatos a Shanghai porque allí le cobrarían la mitad que en Santiago? ¿Acaso vamos a Calcuta a ponernos una inyección porque allí las enfermeras ganan un puñado de arroz? ¿Viajamos más bien por las carreteras chinas porque allí los cobradores de peaje ganan cuatro chavos? ¿Los lamentables autobuses del Transantiago podrían ser conducidos por choferes pakistaníes pagados en rupias? Para abordar el tema con seriedad, habría que tomar en cuenta que hay productos y servicios que sencillamente no están en competencia con nadie en los mercados mundiales. ¿O van a importar pailas marinas y mote con huesillos, empanadas y pan amasado desde Guandong? Si tenemos una avería en casa, ¿llamaremos pintores y estucadores, carpinteros y plomeros de Macao?  Los hoteles de Santiago, ¿harán su limpieza y ordenarán sus habitaciones con mucamas que viven en Hyderabad? El muy rentable sector de la “seguridad”, ¿pondrá miles de guardias traídos de Tailandia y les pagará en bahts?

 

Si entramos en el tema puede que le demos la razón a Paul Krugman, -pseudo premio Nobel de economía 2008-, quien asegura que quienes hablan de “competitividad” son unos ignorantes que no saben de lo que hablan. Good old Paul!

 

Mientras tanto lo único cierto, lo indesmentible, es la ecuación del título de esta parida:

 

Salario Mínimo = Lucro Máximo.