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Economía con Máximo Kinast

"UNA NOTA DE OPTIMISMO..."

Escribe Luis Casado – 18/06/2012

 

  

Esta cumbre del G20 se inicia con una nota de optimismo. Los resultados de las elecciones de ayer en Grecia alivian a los dirigentes del G20, sobre todo a los europeos. Todos ellos esperan devolverle un poco de confianza a la economía mundial”. Así comenta hoy Radio France Info la reunión del G20, uno de los engendros más inútiles e ilegítimos que se haya inventado en el ámbito internacional.

 

El G20 reúne a 19 países y a la Unión Europea. Esta última está representada por el presidente del Consejo Europeo y el presidente del Banco Central Europeo (BCE), lo que hace que el G20 reúne en realidad a 21 genios. Creado el año 1999, el G20 debía favorecer los acuerdos internacionales con el fin declarado de ponerle fin a la interminable serie de crisis financieras de los años 1990. Los resultados están a la vista.

 

Tal vez sea útil recordarle a este grupo de impotentes que la crisis financiera no la desató Grecia, cuya economía representa menos del 3% del PIB europeo, y menos del 1% del PIB mundial. ¿Cómo podría?

 

Desde la cumbre  del G20 en Washington, el 15 de noviembre de 2008, -en los inicios de la catástrofe ocurrida bajo su autoridad-, el G20 se ha reunido cinco veces más en Londres, Pittsburgh, Toronto, Seúl y Cannes, y ahora una sexta en Los Cabos (México), lo que lleva a la prensa financiera internacional a preguntarse si el engendro sirve para algo.

 

El semanario financiero galo L’Expansion se cachondea del G20 en términos algo irrespetuosos:

“Se terminó ese tiempo en que las cumbres del G20 concluían con discursos líricos y anuncios estruendosos. Se terminaron las decisiones “históricas”, el “fin de los paraísos fiscales”, o el fin del “capitalismo desenfrenado”. Ya no estamos en abril del 2009 cuando, después de la cumbre de Londres, Nicolas Sarkozy se presentó en la sala de prensa para afirmar sin precaución: “La era del secreto bancario se terminó””.

 

Es verdad que las cumbres del G20 fueron inútiles, y que sus amenazas al mundillo de las finanzas no lograron sino hacerle mearse de la risa. Seis cumbres del G20 más tarde, los mercados financieros siguen haciendo lo que les sale de los cojones mientras los mandatarios que tomaron decisiones espectaculares (o más bien decisiones espectáculo) fueron expulsados de sus cargos por el voto democrático. La crisis no sólo continúa sino que se agrava al punto de provocar diarreas recurrentes entre los mandatarios de ahora, así como en los augustos sistemas digestivos de los burócratas designados a dedo en el BCE, el FMI, el Banco Mundial (BM) y otras organizaciones de pachanga. Entretanto el FMI se dio el lujo de tener un Director gerente que alejado de su cargo se dio maña para hundir a Bankia, el tercer banco español, otro que fue arrestado y está procesado por agresiones sexuales en serie, y la actual Directora que no se entera y pone cara de yo no fui.

 

Entre otras decisiones que se transformaron en chiste, el G20 adoptó la de “establecer una lista de los paraísos fiscales” que convenía eliminar. La de establecer nuevas regulaciones bancarias. La de poner a disposición del FMI y del BM un millón de millones de dólares para estimular la economía (sic). Last, but not least, el G20 de Pittburgh prometió regular los bonos de lostraders, esos compraventeros que especulan con productos financieros basura. Las carcajadas se escuchan desde los confines del espacio sideral que toca en estos días la sonda Voyager II lanzada el 20 de agosto de 1977.

 

A pesar de todo el G20 de Los Cabos (México) tiene un aliciente: el caricatural Piñera se las arregló para estar presente. Puede que vaya a contar sus chascarros de las “oportunidades para todos”. Como quiera que sea, hará pálida figura con sus pijoteros 280 mil millones de dólares de PIB, menos de un 0,6% de la economía mundial. Si mañana por la mañana Chile desapareciera hundiéndose en el océano Pacífico, sería noticia durante tres días. No más. Digo esto, haciendo gala de “una nota de optimismo”. En una de esas no se dan ni cuenta.

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